Mercedes Neuschäfer-Carlón


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Mercedes Neuschäfer-Carlón

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Un par de cosas sobre mi ...


Aunque mi primer apellido suena poco español, sí que soy española. Cuando me casé hace ya un montón de años con un alemán, era ley que la mujer tomase el apellido del marido. Quisiese o no. Hoy el asunto, como muchas otras cosas, ha cambiado. Empecé, pues, a publicar con esa rúbrica y hoy me pesa un poco porque mis lectores, jóvenes y niños en su mayoría, no saben cómo pronunciarlo. Que lo pronuncien a la española o cómo les apetezca. No me importa. Tienen permiso.

Juan Antonio Bardem Congreso Literatura y Cine en Jerez, mediados de octubre 2002
con Juan Antonio Bardem y su esposa.

Sobre este asunto podría contar unas cuantas anécdotas bastante graciosas. Cuando algunas veces visito un colegio en España, me gusta que me llamen sólo 'Mercedes' y así me siento más cerca de mis lectoras y lectores.

Hice el bachiller en el instituto de Jovellanos de Gijón y muy pronto - no había cumplido todavía los dieciocho - gané plaza por oposición en el Cuerpo de Contabilidad del Estado. Ya no 'tenía que' buscar -pescar se decía- un marido que me mantuviese, cosa que me horrorizaba, aunque, romántica como era, soñaba con encontrar un día el 'gran amor'.

Trabajé algún tiempo en las Delegaciones de Zamora y Oviedo; pero no tardé en darme cuenta de que me gustaría hacer otra cosa que cuentas y números. Pedí entonces la excedencia y comencé la carrera de Filosofía y Letras en la universidad de mi ciudad natal, Oviedo. La especialidad, Lenguas Modernas, la hice en Madrid. Aunque la universidad allí me aportó poco, muy poco, sí me sentí bien en la capital de España tanto por el ambiente del Colegio Mayor en que estuve, antigua Residencia de señoritas fundada por María Maeztu, que aun en tiempos del franquismo conservaba algo del espíritu de la Institución libre de enseñanza como por la vida cultural de Madrid: estupendos conciertos en el Palacio de la Música y en el Monumental; el teatro de Buero Vallejo y Sastre; el cine español que con Berlanga y Bardem comenzaba a tener calidad y alguna que otra conferencia interesante.

En Madrid conocí al que desde ¡cuarenta y cinco felices- y menos felices- años! es mi marido. Cuando nos casamos, era asistente científico en la universidad de Heidelberg y allí nació mi hijo Stefan Julián. Más tarde, fui profesora de español en la universidad de Giessen hasta que en 1966 fue nombrado Hans, mi marido, catedrático de la de Saarbrücken. En esta universidad ya no pude enseñar- es ley no escrita que la mujer no debe trabajar donde su marido es jefe del Departamento. Pero pronto comencé algo que me dio más satisfacción aún: fueron las clases a los hijos de emigrantes españoles- obreros en su mayoría- residentes en Alemania. Mis alumnos asistían por las mañanas a la escuela alemana, o, en su caso ya, al instituto; y por las tardes a mis clases de lengua, gramática, geografía, historia, literatura y arte españolas. Las clases estaban pensadas para que cuando regresaran con sus padres - volver era la ilusión de casi todos los trabajadores- pudiesen integrarse sin dificultad en las escuelas o en los institutos españoles. Yo quería además que estos niños cobrasen seguridad en sí mismos y que supiesen que en España había habido cosas y personas de las que podían estar orgullosos.

Entonces, comienzos de los años setenta, la literatura infantil española con su carga de 'moralina' era en general - algunas excepciones había- bastante aburridilla. Yo quería hacer otra cosa y, para mis alumnos, comencé a escribir. Les leía, ya al final de la clase, alguna página de mi primer texto, "La cabaña abandonada", manuscrito todavía, sin decirles que yo lo había escrito, y el gusto y la atención con que escuchaban y su ruego: "siga, siga", cuando ya había llegado la hora de salida, me dieron ánimo. Y empezó a pasar por mi cabeza la idea de publicarlo.


No era fácil. Yo estaba lejos. No conocía programas de editoriales ni sabía cómo dirigirme a ellas. Tuve un par de amables negativas. Pero seguía escribiendo.

Y quiero hablar ahora, con emocionado recuerdo, de una persona a la que no conocía y a la que tengo mucho que agradecer. Fue Carmen Bravo-Villasante que, a través del entonces Director del Instituto Cervantes de Múnich, Manolo Muñoz Cortés, se puso en contacto conmigo para decirme que había sido Jurado del Premio Lazarillo y que, entre los tres últimos, había escogido el mío- era "La cabaña...", porque le había parecido moderno, ameno y sumamente interesante.

Y que siguiese escribiendo porque en España- entonces estaban escasos de buenos autores.

El leer eso de Carmen B-V., persona de tanto prestigio y, sin duda, la mayor autoridad en literatura infantil, me puso contentísima y me dio mucho ánimo. Me presenté entonces de nuevo al Lazarillo con "Una fotografía mal hecha" que quedó finalista.

Y pronto se publicó por Rosa Regás en su entonces muy apreciada colección 'Moby Dick'. Una enorme, irrepetible alegría es la de ver publicado el primer libro. La misma Rosa Regás me publicó algo más tarde, en esa misma colección, que no era sólo para niños, la primera edición de "La acera rota".

"La cabaña abandonada", que había obtenido el premio Amade, dotado con casi el doble del Lazarillo, apareció en Alfaguara como uno de los primeros títulos de su colección infantil/juvenil.

Siguieron nuevos títulos y nuevas relaciones con editores, algunas muy agradables que llegaron a la amistad como con José Antonio López, el Director de Everest; Miguel Arango de Rialp o Esther Tusquets, la ex-directora de Lumen. Menos agradable, siempre algo no es del todo bonito, fue mi relación con una buena señora de cuyo nombre no quiero acordarme... Con mis últimas editoras: Marta Higueras y Elena de Santiago de Alfaguara y Marinella Terzi de SM me encuentro bien.

Y sigo escribieno y publicando, también en alguna otra lengua y en otro país. Si de vez en cuando recibo cartas de algunos niños o profesores me alegro mucho. Con Pedro Fernández, profesor de lengua del colegio de los jesuítas de Alicante, con María Rosa Serdio del "Elena Sánchez Tamargo" de Pola de Laviana, con dos Pacos - Cervera y Arenilla - del Colegio "Ecos" de Marbella y con Loli Sarmiento del "Platero" de Marbella también, tengo una relación especialmente cordial. Todos ellos son excelentes profesores, dados en cuerpo y alma a la enseñanza y siento hacia ellos gran aprecio y admiración.

Casi todos mis libros están pensados principalmente para chicas y chicos entre los ocho y los trece años.
Excepción son tres álbumes publicados en Alemania (W. Mann Verlag, Berlín) para primeros lectores, y tres historias, también para ellos, publicadas en España (Everest, SM).
Y entre mis publicaciones están también dos libros no infantiles:
"La acera rota", novela que ha tenido una crítica muy positiva como libro para adultos, apta también para adolescentes (véase ' Reseñas ') y "La primavera no reía", libro de reciente aparición (Madú, 2005). Ambos libros tienen la misma protagonista, Elena; pero mientras "La acera..." se desarrolla en los años de la guerra civil en Oviedo, esta nueva novela tiene como escenario una ciudad del norte de España: Gijón y el ambiente de la posguerra.
El que en ambos libros los acontecimientos estén vistos a través de los ojos de una niña, dan a la narración un tono especial , libre de prejuicios ideológicos.

Aunque vivo habitualmente en Alemania, tengo relación con la cultura de España. Estoy a veces invitada en los institutos Cervantes de Berlín y Múnich y también a algunos congresos en España y en Alemania. Me alegra contar entre mis amigos a escritores a los quiero y aprecio especialmente como Miguel Delibes, Esther Tusquets, Rosa Montero o Juan Manuel de Prada.

¿Qué más puedo contar sobre mí? Que me gusta jugar: al ping-pong y un poco al tenis.

Que me encanta bailar - todavía! Y estar y charlar con niñas, niños; chicas, chicos. También con algunas personas mayores.

Y estoy contenta a veces sola. Como ahora contemplando sobre la montaña el bosque al atardecer.


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